La aventura te ha transformado positivamente: eres más sensible a los otros, tienes un aprendizaje sobre tus espaldas que de otro modo te hubiera sido imposible adquirir y has ganado márgenes de libertad sobre ti mismo. Puede que hayan quedado cicatrices o heridas transparentes, pero también has obtenido una gran riqueza. No eres tan esclavo de tus miedos, ni de tus sueños incumplidos, ni de las expectativas imposibles.
Sencillamente, eres más sabio. Sabes disfrutar de la vida y asombrarte con los ojos de un niño. Has atravesado desiertos, has cruzados umbrales y te has levantado de nuevo. Has aprendido a valorar lo que tienes, a quererte sin máscaras y a disfrutar de cada mañana o de cada encuentro con un amigo. Y por todo ello, vale la pena la aventura.
Del libro: Héroes cotidianos, Pilar Jericó, 2010.