La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.”

Antonio Machado

Hoy quiero compartir con ustedes una de las tradiciones más hermosas y mágicas que celebran los mexicanos. Es el día de los muertos, 2 de noviembre.

El día de muertos es una celebración que refleja muy bien como los mexicanos ven a la muerte y como la viven de forma dual. Es el duelo con todas sus manifestaciones afectivas y psicológicas, pero también es rito y celebración.

Es un homenaje, porque se evoca a los que no están de muchas maneras: con una foto, una veladora, o una calavera de azúcar o decorando la tumba con los motivos que más le agradaban al difunto.

De igual forma es el momento de ironizar con versos (calaveritas) y de jugar a la muerte (con disfraces) para llevar esta cita impostergable al lado amable de la vida.

Desde que he formado mi familia, intento transmitir mi cultura para enriquecimiento de mis pequeños gigantes, pues considero un tesoro para ellos ampliar sus horizontes.

Este año hemos hecho un altar en el que damos homenaje a nuestros seres queridos que se han ido, es muy sencillo, pero contiene los elementos esenciales de un altar, tradición que viene desde antes de la conquista.

Los elementos que conforman un altar son: El agua, que simboliza la fuente de la vida, se ofrece a las almas para mitigar su sed y que se fortalezca para el viaje de regreso; anteriormente se utilizaban rajas de ocote prendidas, pero hoy -especialmente por la noche- se encienden velas, veladoras o cirios cuya flama representa la fe y esperanza e ilumina el camino para que los difuntos encuentren su antigua casa terrenal.

El petate ofrece descanso y el banquete se complementa con pan de muerto, panes redondos y de color rosado, que junto con las cañas simbolizan los huesos de los occisos. En cada altar se suele colocar, además, una foto y ropa del muertito para que éste lo identifique fácilmente.

Una tradición que nos hace ver la muerte desde otra perspectiva y aunque la falta de un ser querido siempre es nostálgico también nos hace más humano y más vulnerables. Una dualidad en toda su existencia.

Gracias por leer y compartir.

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